Las relaciones interpersonales mejoran cuando la gente se va haciendo mayor. Esta paz se debe, según investigadores norteamericanos, a diversos factores: una mejor regulación emocional y la perspectiva de un tiempo limitado de vida, en el caso de los ancianos. En la felicidad social de la vejez actuaría además otro factor: el de los estereotipos, porque los jóvenes suelen enfrentarse menos a las personas mayores que a sus iguales en todas las situaciones, incluidas las de confrontación. Las relaciones interpersonales durante la tercera edad suelen ser más satisfactorias que las de los jóvenes. Varios estudios realizados por especialistas de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos, revelan las causas de estas diferencias. Según Karen Fingerman, profesora de dicha universidad especializada en estudios de familia, gerontología y desarrollo, las personas mayores afirman tener mejores matrimonios, amistades más comprensivas y menos conflictos con sus hijos y hermanos en la vejez que en la juventud. Por tanto,
parece que a medida que las habilidades cognitivas decaen como consecuencia de la edad, las relaciones personales resultan más satisfactorias. ¿Por qué se produce este cambio? Combinación de factores Elementos como la percepción de un tiempo limitado de vida, una mayor propensión a perdonar, y ciertos estereotipos y actitudes relacionados con la vejez juegan un importante papel en esta transformación. Cuando los adultos de cualquier edad encuentran cierta tensión en su relación con adultos mayores, tratan de minimizar esa tensión para facilitar experiencias positivas con ellos. Por otro lado, los hallazgos realizados hasta ahora sugieren que la regulación socio emocional que se produce durante la tercera edad implica también cambios en la forma de relacionarse con los demás. Regulación social En los estudios realizados se ha revelado que cada persona actúa y reacciona como respuesta a su interlocutor, anticipando al mismo tiempo las reacciones de éste. Esta anticipación se basa a menudo en la edad de dicho interlocutor. Los individuos modifican su propio comportamiento con las personas que interactúan, muchas veces en función de si éstas son jóvenes o mayores. Cuando se produce una interacción negativa, las personas jóvenes son en general más agresivas que las mayores. Sin embargo, si esta confrontación se da con una persona mayor, los jóvenes a menudo se comportan de manera más complaciente. En la otra dirección, también se da una adaptación: las personas mayores intentan ser más cordiales con los jóvenes porque creen de antemano que éstos los se enfrentarán más a ellos que un adulto de mayor edad. Ambos grupos de personas actúan, por tanto, adaptando su comportamiento en función de los estereotipos existentes: los jóvenes creen que deben ser más pacientes con una persona mayor que con una joven, porque los ancianos “ya no pueden cambiar ni se debe intentar cambiarlos”, mientras que los mayores esperan de los jóvenes reacciones más “agresivas” que de otras personas mayores, y actúan en consecuencia. Ventajas de la edad Además de esta regulación propia de la interacción, lo cierto es que, con la edad, los individuos regulan también mejor sus propias emociones cuando algo o alguien les enfada o molesta. Asimismo, las personas mayores cuentan con otra ventaja: suelen tener más opciones que las jóvenes de elegir con quiénes se relacionan porque, normalmente, ya no tienen que acudir a centros de trabajo en los que las relaciones interpersonales se imponen por razones ajenas. Por último, las personas mayores cuidan y valoran más cada momento. Esto se debe al hecho de que son conscientes del poco tiempo que puede quedarles a sus relaciones. Cuando el tiempo es limitado, la gente se esfuerza más por disfrutar de sus interacciones con otras personas que por enfrentarse con ellas. Estudios anteriores En lo que se refiere a la interacción con los hijos, en una investigación realizada en 2007, se demostró que la mayoría de las relaciones entre padres e hijos también mejoraban cuando los padres se iban haciendo mayores. En general, el sentimiento que se genera en esta época de la vida es de cariño y atención por ambas partes, afirman los investigadores. Para los padres, la atención que les dedican entonces sus hijos es una prueba de la madurez de éstos, y la consideran por tanto un reflejo de su buena labor como educadores. Los hijos, por su parte, se sienten en esta época más necesitados de pasar más tiempo con sus padres y también se sienten más queridos por ellos.