Discriminar es un acto injusto que causa sufrimiento. Es la actitud que más desigualdades genera. Al hablar de discriminación, nos referimos al hecho de dar un trato diferenciado a grupos específicos por motivos injustificados. Suele producirse en base a la etnia, el género, la orientación sexual, la expresión de género o la religión, la edad o el estatus socioeconómico.
En las sociedades actuales “más desarrolladas”, centradas en el éxito económico, la juventud y la competitividad, se tiene una representación de la tercera edad minusvalorada y asistencialista. Este fenómeno de desvalorización social y de desconocimiento de las capacidades de las personas mayores es lo que se ha terminado llamando edadismo. Se trata de la exclusión de una persona por el simple hecho de la edad, de marginarla e incapacitarla verbalmente por ser mayor que los demás.
El edadismo es la tercera gran forma de discriminación o “ismo”, junto al racismo y al sexismo. De las tres, es la que nos terminará afectando de manera directa a todos, ya que todos nos haremos mayores en algún momento.
Con el edadismo se describen aquellas actitudes negativas, desfavorables y de discriminación en función de la edad, y que de alguna manera desprecian los derechos de la población más envejecida en favor de otros miembros de la sociedad más productivos. Lo curioso con el envejecimiento es que realmente evitamos a un grupo al que nos uniremos de forma invariable en algún momento, es como si discrimináramos a nuestro yo futuro.
Normas y valores que imperan en nuestro entorno y que pretenden justificar actitudes discriminatorias contra las personas por el motivo de la edad, provocando que las personas mayores legitimen estos estereotipos infravalorando sus capacidades y aceptando de forma pasiva la imagen negativa de la vejez. Se suele asociar a los mayores con la mala salud. Se desconoce que más del 85 % de las personas con 65 años o más son lo suficientemente saludables para llevar a cabo las actividades de la vida diaria.
Las personas mayores tienden a adoptar la imagen negativa dominante en la sociedad y a comportarse de acuerdo con esa imagen, que define lo que un mayor debe o no debe hacer. Esta mala valoración de las capacidades físicas y mentales de los mayores puede favorecer que ellos pierdan la independencia de forma prematura y que sufran mayores índices de depresión. El edadismo está presente en muchas instituciones, en el ambiente laboral, los cuidados sanitarios, el idioma y en los medios de comunicación.
Según la OMS la discriminación, la crítica y el desprecio a las personas mayores aparecen cada día con más frecuencia. La discriminación a personas mayores es una realidad evidente que no conoce fronteras, ni escenarios, ni culturas; es algo que no siempre se ve, que se practica con frecuencia y que nos envilece como sociedad.
En las últimas décadas, nuestra esperanza de vida ha aumentado de forma considerable y con ello está cambiando el concepto de vejez. La longevidad asciende y el porcentaje de nacimientos decae: esta relación inversamente proporcional señala que se están viviendo tiempos que obligan a una modificación en las estructuras sociales y familiares. Definitivamente existe una nueva vejez; la vida cambia, cambian los proyectos, los amores, la sexualidad, los trabajos, el disfrutar…
La vejez es un estado de máxima sabiduría: la sabiduría de la experiencia. Esto sugiere entender una vejez activa, creativa, luchadora, en pos de la vida. Quien se estanca, ha envejecido, es decir, se envejece porque se permite que el tiempo corra por encima de la persona sin aprovechar este tiempo de la manera más productiva.
FUENTE: baenegocios.com/saludybienestar