La Organización de Naciones Unidas define la tercera edad como la etapa de la vida de personas que tienen 60 años o más, categorización que comparte el Servicio Nacional del Adulto Mayor, el cual promueve una visión del proceso de vejez que destaca la capacidad de enfrentar los cambios propios de la etapa con un nivel adecuado de adaptabilidad y satisfacción personal. Ocurre que, según cifras estimativas del INE (Chile: Proyecciones y Estimaciones de Población, 2008), Chile tiene actualmente 16.928.873 de habitantes, población que se encuentra en pleno proceso de cambio estructural demográfico. Si bien el envejecimiento de la población es un fenómeno mundial, en nuestro país esta característica se está dando más aceleradamente que el resto de las naciones latinoamericanas, estimándose que para el año 2050 las personas mayores de 60 años alcanzarán el 28% del total de población chilena, cifra que actualmente llega al 13%. Bajo este escenario, urge a nivel social y político analizar esta problemática y comenzar a formular iniciativas que generen mecanismos de inclusión e integración de los adultos mayores a una sociedad muchas veces incomprendida por ellos y que, al mismo tiempo, muchas veces no los entiende. Falta de empatía que se ve reflejada en numerosos estudios de opinión (disponibles en el Banco de Encuestas de la Fundación Futuro www.fundacionfuturo.cl), como es la Encuesta Nacional Bicentenario realizada por la Pontificia Universidad Católica de Chile el año 2010, donde el 86% de chilenos y chilenas afirman que las personas mayores efectivamente deben ser tratadas mejor que el resto de las personas; sin embargo, un 63% considera que los adultos mayores son tratados peor que el resto de las personas. Los cambios, entonces, no sólo deben generarse a partir de la implementación de políticas públicas estatales, sino también en las percepciones y mentalidad de la sociedad chilena. Aún cuando, y tal como sostiene la encuesta Inclusión y Exclusión Social del Adulto Mayor en Chile, el 55% de los encuestados sostiene que los responsables del bienestar de los adultos mayores son los políticos y donde el 35% responsabiliza a los familiares. Así, resulta necesario comenzar a pensar en diversas iniciativas que permitan a la futura y mayoritaria población envejecida que habitará Chile asegurarle una calidad de vida acorde a sus necesidades. Requerimientos que ellos mismos han planteado a las autoridades y a la sociedad civil, dando a conocer sus miedos, satisfacciones y estilos de vida. Es que, según el Estudio Adulto Mayor llevado a cabo el 2009 por Adimark, uno de los temores más arraigados entre los adultos mayores es a la posibilidad de quedar postrados (63%), junto a sufrir deterioro mental que les impida realizar sus actividades diarias (44%). Estas menciones nos presentan una población mayor cuyo mayor temor es verse imposibilitado
de “activarse”, de continuar moviéndose como lo han hecho toda su vida. En este sentido, las actividades que más les interesan y les gustaría participar se relacionan también con desenvolverse de manera independiente, como es “conversar con otros adultos mayores” (37%), seguida de actividades físicas como gimnasia. Si bien los adultos mayores sienten incertidumbres propias de dicha etapa vital, adoptando actitudes nostálgicas apegadas a sus recuerdos y lazos familiares, lo cierto es que el grado de satisfacción que afirman tener es más elevado de lo que muchos pensarían, especialmente es los aspectos familiares y de relaciones sociales. De manera general, y tal como revela la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de la Vejez 2010, el 60% de los adultos mayores de nuestro país se siente satisfecho con su vida en general. De este modo, percibiéndose ellos mismos como personas afectivas, cariñosas y sociables, cuyas relaciones familiares están cubiertas positivamente, estas razones se tornan suficientes como para promover acciones que les permitan un desenvolvimiento social acorde a su edad, sus intereses y su bienestar mental y físico, luego de una vida de trabajo y sacrificios. El descanso de los adultos mayores, visto como una etapa de tranquilidad, se torna prioritario a nivel nacional. Pues, si bien de manera natural las energías vitales van en declinación, la tercera edad no es sinónimo de inactividad o de no tener deseos de aprender, sino todo lo contrario: la sensación de experiencia y tranquilidad alcanzada permite un deleite más sereno de la cotidianeidad del diario vivir.
FUENTE: